Ey, hoy te invito a discernir…
Marco Aurelio no temía a los bárbaros. Temía algo peor: sus propias pasiones sin vigilar.
Porque entendió que el mayor peligro no viene de fuera… sino del juicio que emitimos sin conciencia.
El discernimiento no es saber mucho.
Es ver claro.
Es distinguir entre lo que te impulsa y lo que te arrastra.
Entre el deseo que fortalece… y el que te encadena.
Es callar el ruido del ego para escuchar con claridad la voz de la razón.
Para el estoico, discernir no es dudar de todo,
es aprender a no creerle a todo lo que uno siente sin cuestionarlo.
No todo lo que brilla es virtud…
Y no todo lo que incomoda es maldad.
Discernir es elegir con conciencia quién quieres ser, incluso en medio del caos.