La creación sucedió «al principio», es decir en el comienzo absoluto de las cosas, «antes» de que existiera algo. Esta concepción bíblica se opone a toda interpretación mítica y excluye la interpretación simbólica de la creación (en un espacio y tiempo primordial). La creación es «de la nada», no tiene materia previa. El acto creador de Dios discurre sin oposición, no es una lucha ni una tensión que supera obstáculos, no supone tensión ni esfuerzo. Tampoco es un proceso mecánico o un desarrollo de fuerzas anónimas. La creación es un acto personal, libre y soberano de Dios, que da comienzo a un mundo real.
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