La moraleja de este libro está bastante clara: si te encuentras una botella caducada de lo que sea en un vertedero, no te la pongas por encima, porque hay una gran posibilidad de que acabes con pelo por todas partes del cuerpo. O muerto. Nuestro protagonista sigue traumatizado porque le ha llegado la pubertad, y nosotros aprovechamos para los chistes malos, los dobles sentidos y las tonterías habituales. ¡Qué miedo vais a pasar!