Este sermón exalta la importancia de la gratitud como respuesta a la naturaleza eterna, fiel y bueno de Dios, revelada en las Escrituras desde el Salmo 136 hasta Apocalipsis 7. Centrado en la adoración constante, el mensaje enfatiza que alabar a Dios con todo el corazón, en la familia, en la iglesia y en todas las esferas de la vida, es un acto de fe que refleja la transformación que produce la gracia salvadora en Cristo. Se destaca que la verdadera felicidad no se encuentra en el mundo, sino en amar a Dios con todo el ser y servir al prójimo, viviendo en libertad del pecado y en esperanza de la vida eterna. La gratitud se convierte así en un acto de memoria, de testimonio y de transmisión de fe a las generaciones futuras, practicado diariamente a través de la oración, la lectura bíblica y la alabanza sincera, preparando al creyente para la eternidad donde, como una multitud incontable, se alabará a Dios para siempre.