El sermón explora el milagro de la sanación del cojo de nacimiento en Hechos 3, destacando que el poder para curar no proviene de riquezas o habilidades humanas, sino del Espíritu Santo que habita en los creyentes. A través de este evento, se enfatiza que el verdadero milagro no es solo la curación física, sino la transformación espiritual que Dios realiza en los pecadores muertos en sus delitos, resucitándolos en Cristo por gracia. El texto subraya que, al igual que Pedro y Juan no tenían oro ni plata, los creyentes no aportan nada para su salvación, sino que reciben gratuitamente la vida eterna mediante la misericordia de Dios. El milagro en el templo no solo evidencia el poder de Jesús, sino que también llama a los creyentes a testificar con sus vidas, caminando, saltando y alabando a Dios como testimonio de la gracia que han experimentado. El sermón concluye con una llamada a mirar a Jesús cada día, confesar el pecado y vivir como hijos de Dios, cuya transformación es más poderosa que cualquier milagro físico.