En un pequeño pueblo enclavado entre montañas, vivía Eva, una joven que había sido marcada por un amor imposible. A los veinte años, Eva ya había experimentado la fragilidad de los sentimientos, y por ello, había construido muros a su alrededor para no ser herida de nuevo. En su corazón, el amor era un veneno que, una vez ingerido, solo dejaba cicatrices y dolor.