En un rincón oculto del universo, donde las estrellas se entrelazaban con los susurros del viento cósmico, existía una ciudad flotante llamada Aethria. Sus habitantes eran Eternos, seres que vivían más allá del tiempo, sin el peso de los años ni el miedo al final. Su existencia era una danza eterna entre el amor y la memoria, pero nadie podía predecir el destino de los corazones que se cruzaban.