“No hay medicinas para el Alma”
Vivimos en un mundo que busca soluciones rápidas para todo. Cuando sentimos dolor de cabeza, tomamos una aspirina; cuando estamos cansados, bebemos café; y cuando tenemos problemas, muchas veces buscamos distracciones temporales en vez de enfrentar lo que realmente nos duele. Pero hay dolores que no se curan con remedios rápidos, heridas que no sanan con soluciones superficiales.
El alma tiene aflicciones que no pueden aliviarse con entretenimiento, éxito o reconocimiento. Hay momentos en los que nos sentimos vacíos, rechazados, incomprendidos o desesperados. Intentamos encontrar alivio en cosas externas, pero la única verdadera sanidad viene de Dios.
“Ella, con gran angustia, se puso a orar al Señor y a llorar desconsoladamente. E hizo este voto: «Señor Todopoderoso, si te dignas mirar la aflicción de esta sierva tuya y te acuerdas de mí, y no me olvidas, sino que me concedes un hijo varón, yo te lo entregaré al Señor por todos los días de su vida»” (1 Samuel 1:10-11).