Hace algún tiempo, conversaba después de una conferencia- taller con un adolescente quinceañero y me decía que no sabía expresar sus sentimientos. El estaba ahí, ante mí, duro, frío, permanente, ido… podía reír, podía charlar de cualquier cosa pues la inteligencia no le faltaba, pero distante, con ganas de charlar de cualquier cosa menos de sentimientos.