Conocí a Tomasito por la época de ‘Azalvajao’ (2013), cuando
descubrí en las oficinas de El Volcán Música
(el hogar ideal para este genial anacoreta) a un artista al margen de
cualquier convención que simboliza en pleno siglo XXI el arquetipo del buen
salvaje. Así sigue una década después, ‘agustisimísimo’ con su modo de
vida, celebrando ir con los amigos de ronda a las freidurías, dándole a la
guitarra y echándose unos cantecitos como diría su amigo Kiko Veneno mientras
ensalza la vida del barrio. De todo eso habla su nuevo disco, otra feliz
locura de este loco tan cuerdo.
Apenas hay bailaores que canten bien, y viceversa. Pero él
lo hace con desparpajo y genialidad, mezclando a
Frank Zappa con Extremoduro,
a Las Grecas con Albert
Pla, a Peret con el ToteKing,
en una suerte de arrabalera mezcla de pop ‘aflamencao’, rock ‘bluesero’ y rumba
cuasi rapeada. Canciones como ‘De Jerez a Plutón’, ‘La Makinita’, ‘La
Zalamera’, ‘Mentira es’ o ‘Los muertos vivientes’ son un oasis de sentido
común, humor libérrimo y alegría de vivir para estos tiempos tan confusos.
“¿De qué viviré?”, se pregunta Tomasito con sorna en
‘Profesiones relevantes’. Y él mismo se contesta con alborozo y clarividencia:
“Pastor de nubes, conductor de dragones, confidente de las flores, contador de
las estrellas, observador de los vientos, cuidador de los buenos momentos…”. Un
álbum para escuchar entre el jaleo de los bares, con los colegas en las plazas,
pateando las calles al caer la noche y en cualquier lugar donde sea bienvenido
un poco de buen rollo.
José Fajardo.