Son muy pocos los artistas que, rastreando entre algunas

de sus publicaciones de hace diez o quince años, pueden recopilarlas en un

trabajo que sigue sonando futurista y fuera de tiempo y de foco perpetuamente.

El mexicano Tony Gallardo es uno de esos seres de un

inframundo sonoro que habita múltiples personalidades: es bakala oscuro cuando

se hace llamar Boi Patrol, es un divo electropop destartalado cuando se hace

llamar María y José, es surf-rockero experimental con El Capricho o pionero del

dembow alternativo como La Fiebre X y, sobre todo, es un kamikaze

autoboicoteador como Tony Gallardo.

Figura capital de aquel movimiento conocido como “ruidosón”

en el Los Ángeles que hacía ojitos al sello Cocobass que dirigió, Gallardo

es un enigma y una rara avis ultra-místico cuando se pone el chándal y el

pijama de su propio álter ego. Así lo demuestran estos trabajos seleccionados:

una recopilación de algunas de las joyas más impredecibles y caóticas que

produjo entre 2008 y 2013, en un imaginario en el que Rosa Pistola, Frank

Zappa, OutKast, el primer Joe Crepúsculo y un Daniel Johnston del baile campan

a sus anchas para forjar la identidad de un nuevo sonido latino.

A veces destartalado y a veces ultra prolijo, Tony

Gallardo rehace la idea de downtempo (“Kibosé”), articula una cumbia acelerada

para sonideros marginales y neo-bakalas (“Violentao”), juega a la atonalidad bailonga

(“Club Negro”), bascula entre la deconstrucción reggaetonera y la psicodelia (“La

Conquista”), se pone after-trap (“Plata o Plomo”), proyecta a unos Euryhtmics

de los suburbios de CDMX (“Mi pesa”) y hasta articula un himno para un

antihéroe del Juanchito (“Líder juvenil”). Nada es lo que parece porque todo

es constantemente nuevo en Tony Gallardo.

Alan Queipo.