No rebajemos la espera y la llegada. No nos conformemos con el activismo, el placer, la materia, la filantropía... en lugar de la oración, el sacrificio, la vida espiritual, la caridad...
Reconozcamos a Jesús en el silencio, el desprendimiento y el reconocimiento público del Señor que nace. Así tendremos luz, belleza, libertad y alegría. Y si queremos saber qué es amar a Jesús, miremos a la Virgen-Madre absorta en el rostro de su Hijo.