50 de cada 100 empresas familiares que arrancan no llegan a la segunda generación, 15 de ellas pasan a la tercera y sólo 5 empresas familiares llegan a la cuarta.
Otras estadísticas nos dicen que sólo de 5% a 15% de las empresas familiares llegan a la tercera generación ¿Por qué sucede esto?
Muchas veces el fundador vela más por los intereses de la familia a costa de la empresa.
Sus decisiones sustentadas en el amor, y basadas en emociones pueden resultar positivas en el corto plazo para la familia, causando un daño en el largo plazo y en muchas ocasiones incluso permanente a la empresa.
Esta mortandad se da principalmente por la falta de reglas claras, porque no se cuenta con un plan de sucesión, porque hay diferencias de mentalidad entre las distintas generaciones que conviven en la empresa y porque la familia no se compromete en la operación del negocio de la misma manera que el fundador.
En la historia de hoy te contaré cómo la falta de reglas claras respecto a los roles y compromisos de la familia en la empresa; un fuerte liderazgo por parte del fundador y una comunicación confusa afectan a la familia y al negocio.
Una empresa familiar puede convertirse en un sueño que se materialice a lo largo de generaciones o una pesadilla que acabe con la empresa y la familia.
La historia de Don Arturo engloba muchos de los retos que he visto en empresas familiares cuando se integra una segunda generación y cuando no se trabaja en un Plan de Sucesión en el momento correcto.