Esta semana, Ucrania y Rusia se han reunido en Estambul por primera vez en tres años. El encuentro ha supuesto un paso significativo en medio del conflicto que ha marcado la política internacional en los últimos tiempos. Aunque no hay garantías, ambas partes buscan una posible tregua que ponga fin a una guerra con graves consecuencias humanitarias y económicas.
Sin embargo, el panorama es complejo. Rusia mantiene su capacidad operativa gracias a los ingresos del petróleo y a un gasto militar que ya representa cerca del 40% de su presupuesto nacional. Por su parte, Ucrania sigue resistiendo gracias al constante apoyo financiero y militar de los países occidentales, lo que equilibra, en parte, la balanza frente a la potencia rusa.
Una paz duradera entre ambos países no solo supondría un alivio para la región, sino que también tendría un impacto positivo a escala global. Estabilizaría los mercados internacionales, reduciría los precios de la energía y podría dar un nuevo impulso al crecimiento económico mundial.