Son los años 80 y estamos en Medellín. Tiempos duros, futuro incierto, desenfreno y desazón conviviendo. "Por allá no se meta, que uno nunca sabe lo que puede pasar", me advertían cuando quería conocer las tabernas del sector de Guayaquil. Eran los años de apogeo del Cartel de Medellín con Pablo Escobar, Gustavo Gaviria, Gonzalo Rodríguez Gacha, Carlos Ledher Rivas y los hermanos Jorge Luis y Fabio Ochoa Vásquez como líderes. Cientos de fiestas privadas pagadas con un dinero negro que abundaba, porque era más fácil traer el concierto de las grandes estrellas a casa que ir a un concierto de grandes estrellas de la música. Héctor Lavoe, por ejemplo, tuvo 26 actuaciones privadas en un año en Colombia. Lo mismo se dice de baladistas, rockeros, mariachis, intérpretes de cumbia, de vallenato, de pop, de trova paisa, de merengue y de salsa. Hoy hablaremos de esos conciertos, esas fiestas y esos músicos en tiempo de narcos, traquetos, mágicos, pistolocos, combos, sicarios, quiñadores, casquetos, caciques, capos y calaveras en Mafia, la música de la Mala Vita.