Un café con tu voz (III)

Quiero ordenar la estantería que hay a mi espalda. Coloque muchos de los libros de cocina, pero sigue sin estar a mi gusto. Separar la obligación, de la devoción.

Miro hacia el portalón que lleva a la terraza, Mirlo charla con sus amigos. Me da la sensación de esos grupos de gente que quedan el domingo a desayunar, o almorzar.

Ayer me acosté con una imagen, con una sensación.

¿Recuerdas cuando metías la mano en el bolsillo del pantalón y encontrabas un agujero? ¿Cuánto hace que no te ocurre?

¿Los bolsillos de los pantalones cada vez son más pequeños?

La tela con la que los hacen ¿es más fuerte?

Quien solicita el perdón, se humilla.

Quien lo concede, crece. ¿Seguro?

Pero ¿hay algo de real en todo esto, o es pura magia? Una mágica goma de borrar.

Pedir disculpas, no es arrepentirse ¿o sí?

La semilla está plantada; cuidándola adecuadamente, en su momento germinará. Paciencia y desapego en nuestra determinación alcanzarán el éxito debido. Presionar para producir cambios solamente generará el resultado contrario, pues estos no dependen tanto de nosotros como de las circunstancias. Debemos hacer nuestra parte y confiar, desde la alegría y la serenidad, en el feliz desarrollo de los acontecimientos.

Quiero ordenar la estantería que hay a mi espalda. Coloque muchos de los libros de cocina, pero sigue sin estar a mi gusto. Separar la obligación, de la devoción.

Miro hacia el portalón que lleva a la terraza, Mirlo charla con sus amigos. Me da la sensación de esos grupos de gente que quedan el domingo a desayunar, o almorzar.

Seguramente debería utilizar más la mirada y algo, bastante, menos el alma.

Hablar de otros, con mirada de otros, con sentimiento de otros.

Esa mujer que veo de pie en la parada del autobús. O esa pareja que anda dándose cariñosos empujones por la acera.

Seguro que todo lo que está ocurriendo te habría disparado la ansiedad.

Digo esto, y me arrepiento. No sé, no sé cómo lo llevarías.

Siempre me sorprendiste en tus reacciones, ante situaciones especiales. Tal vez, hubieras decidido ser heroína. O quizás, te hubieras encerrado en tu castillo, rodeada de bayetas y lejía.

En el fondo, creo que no lo entenderías, como todos.

Poco a poco, los que te rodean (si los hay), te dan ánimo. Y no es literal. Un "buenos días" o un "como estas" o simplemente, "hoy haré pan". Un abrazo en el pasillo, en silencio. No hace falta decir nada.

Un amigo, de dos calles más abajo, te hace una videollamada.

Un atardecer, mirando hacia la M40, hacia Coslada y ¡zasss!. Se acabó.

¿Será un estallido? ¿Un apagón? ¿Hará ruido o será silencioso? ¿Como el hongo de una bomba atómica?

Me da que no. Que ni fin del mundo, ni llamas, ni gin-tonic, ni nada nuevo en la "nueva normalidad"

¿Qué queréis que os diga?

Miro el/la mar.

Inmenso.

Miro el/al cielo.

Tan, tan, grande.

Nos creemos tan listos.

Nos creemos tan poderosos.

Nos creemos tan especiales.

¡Que fraude!

¿Tienes miedo?