La compasión de Jesús no fue un mero sentimentalismo que se quedó en lamentos y buenos deeos hacia aquellos a quienes quería ayudar, sino que fue un principio que lo movió a la acción, aun a veces a costa de sufrir riesgos, amenazas y persecuciones por intentar ayudar. Su compasión fue auténtica y valiente.