Antes de firmar el concordato, el Vaticano conocía las intenciones de Hitler de exterminar a los judíos; sin embargo, el Holocausto nunca llegó a ser problema en los tratos posteriores de la iglesia con el Fuehrer. El 1o. de abril de 1933, más o menos cuatro meses antes que el Vaticano firmara el concordato con Hitler, éste comenzó su programa sistemático con un boicot contra los judíos. Lo justificó con estas palabras: “Creo que hoy estoy actuando al unísono con la intención del Creador Todopoderoso. Al pelear contra los judíos, peleo por el Señor”. Cuando el embajador italiano, hablando en nombre de Mussolini, le pidió a Hitler que reconsiderara su actitud cruel contra los judíos, éste “predijo ‘con absoluta certeza’ que, en 500 ó 600 años, su nombre sería honrado en todos los países, ‘como el hombre que de una vez para siempre había exterminado la peste judía del mundo’”.