Pasamos la vida creyéndonos lo que dicen los demás, dependientes de los demás, y por eso tememos tanto su opinión. Si piensan que eres malo, te haces malo. Si te censuran tú también te censuras. Si dicen que eres un pecador, empiezas a sentirte culpable. Porque dependes de sus opiniones tienes que ajustarte a sus ideas continuamente; si no, cambiarán de opinión. Esto genera una esclavitud, una esclavitud muy sutil. Si quieres que te consideren bueno, noble, guapo, inteligente, tienes que hacer concesiones, compromisos con las personas de las que dependes