La actitud terapéutica hay que cultivarla, que no es lo mismo que aprenderla, y, sobre todo, hay que sentirla; no se puede ir a un taller y tan solo decirnos: “me encanta la actitud que tiene este profesional, esta noche me la estudio y mañana la aplico en mi sesión”. La actitud se capta, se siente, se interioriza y va calando poco a poco; se llega a través de un proceso. María Carme Hernández