A todo aquel que ves, o bien lo ubicas dentro de el santo círculo de la Expiación o bien lo dejas afuera, juzgándolo como que merece ser crucificado o redimido. Si lo incluye dentro del círculo de pureza, descansarás allí con él. SI lo excluyes, te quedas afuera con él. No juzgues, excepto desde una quietud que no emana de ti. Niégate a aceptar que alguien pueda estar exento de la bendición de la Expiación y condúcelo a ésta bendiciéndolo.