Su salvación no supone ningún sacrificio para ti, pues mediante su libertad tú obtienes la tuya. Permitir que su función se realice es lo que permite que se realice la tuya. Y así, caminas en dirección al Cielo o al infierno, pero no solo. ¡Cuán bella será su impecabilidad cuando la percibas! ¡ Y cuán grande tu alegría cuando el sea libre para ofrecerte el don de la visión que Dios le dio para ti! Él no tiene otra necesidad que ésta: que le permitas completar la tarea que Dios le encomendó. Recuerda únicamente esto: que lo que él hace tú lo haces junto con él. Y tal como lo consideres, así definirás su función con respecto a ti hasta que lo veas de otra manera y dejes que él sea para ti lo que Dios dispuso que fuese.