Todo poder es de Dios. Lo que no procede de Él no tiene el poder de hacer nada. Cuando observamos al ego, por lo tanto, no estamos examinando ninguna dinámica, sino tan solo ilusiones. Puedes ciertamente examinar un sistema ilusorio sin miedo, pues si su origen no es real no puede tener efectos. El miedo se vuelve claramente más impropio si reconoces el objetivo del ego, el cual está tan obviamente desprovisto de sentido que cualquier esfuerzo en su favor es, por fuerza inútil.