Se nos va de ojo que vivimos sometidos a un continuo espectáculo del estrambote. De ver quien la hace más gorda poniendo en riesgo su vida de la manera más tonta o ridícula, para poder decir que nadie hace lo que hago yo y dar así el salto a la fama.
Sin duda que en la especie humana es una constante el probarse a sí misma y llevar hasta el límite sus posibilidades, y que esa es la base del conocimiento que nos ha traído hasta aquí. Pero hoy llegar al límite ya no busca aumentar el conocimiento colectivo que se indaga en laboratorios y centros de estudio: sino el individual, y siempre que haya una cámara que grave el fenómeno.
Se genera así el efecto efímero de resplandor que produce el riesgo que asume absurdamente el ejecutante, pero se traslada el mensaje perverso de que la vía rápida para triunfar en sociedad es jugarte la vida tontamente. Así, la valentía se convierte en una mera temeridad alocada, y se olvida que las personas realmente valientes son las que bregan y laboran a diario por hacer que la vida sea mejor y más gratificante para todos. ¡Que no se te vaya de ojo!