“La pronunciación del amor está intacta”, canta
Vera, como una sentencia que sirve para manifestar la solidez de las cosas
realmente importantes; pero casi también como una suerte de médium de un
idioma que en la música argentina solo pueden descifrar quienes lo llevan por
dentro: los Spinetta.
Vera es la menor de las hijas de Luis Alberto Spinetta,
uno de los mayores iconos de la historia del rock argentino; y
aunque en la última década su acercamiento a las artes fue más delante de las
cámaras (es actriz: participó en películas como “Voley” o “Las viudas de los
jueves” y en series como “En terapia” o “La celebración”, entre otras) o
delante del folio en blanco (el año pasado publicó el poemario “Eclosión”) que
delante de un micrófono, en “Terso” traduce un lenguaje íntimo, contemporáneo y
orgánico a la vez, en el que se identifica el lenguaje cósmico-poético que su
padre le legó en la sangre, pero en el que, sobre todo, se adivina un nuevo
lenguaje musical: fuera de estructuras obvias, en el que el maridaje de las
programaciones electrónicas y el aterrizaje orgánico van absolutamente de la
mano.
Rodeaba cierta mística por dónde irían los tiros del
debut de Vera. En los últimos dos años, había colaborado junto a Juan Mango (su
pareja y, además, líder de los también spinetteanos Usted Señálemelo) y
con los indietrónicos Programa; pero poco se sabía del registro sonoro propio
de la argentina.
En “Terso”, que ha trabajado en alianza con los
productores Pablo Bursztyn y Guido Moretti, se bascula entre una suerte de pop
mecánico, de cierta raíz indietrónica, con ecos que van desde el “Amnesiac”
de Radiohead o el “Siempre es hoy” de Gustavo Cerati a matices que se mueven en
un arco que va desde Brian Eno a Efterklang, de Björk a Hanne Hukkelberg, de
The Postal Service a Juana Molina. Tanto cuando le dedica una canción a su
segundo hijo (“Blu”) como cuando encuentra melodías redondas en canciones
levitantes (“Incesante” e “Infautación” son dos buenos ejemplos) como cuando
decide desenchufar las máquinas y cantar al piano (“Terso”), Vera parece
haber dado con algo diferente al sonido del ecosistema del pop alternativo en
español.
Un álbum que suena a poema sonoro, a acuarela
infinita, a relato en el que el espíritu de su padre se encuentra en un
laberinto de cables y programaciones: un fundido en mil colores que manifiesta
en Vera una nueva receptora de la calidez poética y los dialectos infinitos que
habla ese pop que aprende a volar.
Alan Queipo