El amor no tiene templos sombríos dónde mantener misterios en la oscuridad, ocultos de la luz del sol. No va en busca de poder, sino de relaciones. El cuerpo es el arma predilecta del ego para obtener poder mediante las reflexiones que entabla. Y sus relaciones sólo pueden ser profanas, pues lo que verdaderamente son, él ni siquiera lo ve. Las desea exclusivamente como ofrendas con las que sus oídos medran. Todo lo demás simplemente lo desecha, pues lo que ello podría ofrecerle él no le otorga ningún valor.