Cuando hiciste que lo que no es verdad fuese visible, lo que es verdad se volvió invisible para ti. No obstante, de por sí no puede ser invisible, pues el Espíritu Santo lo ve con perfecta claridad. Es invisible para ti porque estás mirando a otra cosa. Mas no es a ti a quién le corresponde decidir lo que es visible y lo que es invisible, tal como tampoco te corresponde decidir lo que es la realidad. Lo que se puede ver es lo que el Espíritu Santo ve.