Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres:
El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso.
Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que él.
Porque este en vano viene, y a las tinieblas va, y con tinieblas su nombre es cubierto.
Además, no ha visto el sol, ni lo ha conocido; más reposo tiene este que aquel.
Porque si aquel viviere mil años dos veces, sin gustar del bien, ¿no van todos al mismo lugar?
(EC.6:1-6 RVR60)