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Esta carta va con cariño y gratitud infinita hacia los compositores anónimos que salvan vidas desde las sombras
Lo acepto: traigo un bloqueo creativo. Es uno raro que sí me ha permitido hacer esta newsletter y mi podcast “No recomiendo” pero que está haciendo que me cueste escribir cuentos y… ¡leer!
Sin embargo, estoy desatorándome. Como tal vez sabes, estoy siguiendo en grupo El camino del artista. Algo que Julia Cameron, la autora de este libro-curso, expresa sabiamente es que hay que tener espacio para consumir otros tipos de arte al que produces.
Y para variar, a esta escritora que te manda cartas la esta salvando la música. Por eso, como hace tiempo no lo hago, este texto tiene algunas recomendaciones enmarcadas en listas de reproducción. Algunas pensadas durante horas y otras más hechas al vapor.
No soy de presumir los números de libros que leo al año. Sobre todo porque tengo una fabulosa amiga que siempre anda por los 200 volúmenes anuales y me mantiene humilde. Siiin embargo, este año estoy preocupada por mi hábito lector. Para que te des una idea, en 2023 leí 39 libros, en 2024 leí 38. Este año ya lleva más de la mitad y con trabajos llevo 10.
Todo empezó con la novela Mañana de Olalla Castro, que me tardé semanas en terminar por ahí de mayo. Luego tomé un libro que DEBÍA gustarme. Pero no sé a razón de qué, nomás no pude acabarlo. Trataba de concentrarme y lo dejaba a un lado. Con todo y que el autor es un genio.
Pese a que nunca suelo cambiar el libro, tomé la nueva novela de Andrea Chapela, para ver si la ciencia ficción mexicana me desatoraba, y ahí más o menos iba, pero no del todo.
Hasta que una tarde, de pronto, mirando mis preciosos Blackie Books de reojo, tomos de la editorial que hace libros raros y cómicos que me fascinó desde que leí Lamentaciones de un prepucio de Shalom Auslander, un libro me chifló: Fugas, se llama.
Claro. James Rhodes. El pianista inglés de humor mordaz que tiene historias fuertes y ama la música clásica.
En cuanto clavé mis ojos en el libro, hice una lista de reproducción mental.
Movimiento número dos de la séptima sinfonía de Bruckner.
Orgasmo hecho música.
Todos tenemos esas playlists fantasma en la cabeza, ¿no? Esas que armamos mentalmente mientras caminamos, manejamos o nos quedamos viendo el techo a las 3 de la mañana, pero que por alguna razón nunca terminamos poniendo en Spotify o la plataforma de streaming de tu preferencia. Esas listas de reproducción son como esos libros que siempre decimos que vamos a leer “cuando tenga tiempo”.
En su primer libro, Instrumental, James Rhodes narra cómo la música clásica le salvó la vida después de años de abuso. Empezó su carrera musical ya tarde y hoy le va muy bien haciendo lo que más ama. Fugas es un compendio de sus diarios, donde hay muchas enseñanzas de vida y mucha más música.
Empieza con el “Preludio en Do mayor” de Bach. En alemán, parte del ciclo Das wohltemperierte klavier, el clavecín bien temperado en español.
¿Y sabes qué? Creo que a mí también me está salvando volver a la música clásica. Por eso, te dejo una de mis mejores listas de reproducción. Clásicas para mininos, que hice el día que me di cuenta que a mi primera gatita le encanta Tschaikovsky.
¿Sabías que en encuestas recientes sobre esta newsletter esta es mi sección menos popular? Qué gran ofensa de mis lectores para esta geek. Pero los perdono, no siempre se puede tener buen gusto.
No te preocupes, hoy no quiero recomendarte videojuegos exactamente. Esta vez te quiero contar un secreto.
Hay una escena que invariablemente me hace llorar que proviene de un videojuego. Mi hermano, el que sólo me lleva 16 años, lo jugaba y me lo traducía antes de que tuviera edad para jugar un RPG en inglés. Un Role Playing Game. Juegos donde uno tiene que elegir su propia aventura.
El juego en cuestión es mi favorito por siempre: Final Fantasy VII. En éste, eres parte de un grupo de ecoterroristas que eventualmente tienen que enfrentarse no sólo a una compañía que roba la energía del planeta sino a un tipo que se vuelve loco tras descubrir que es producto no del amor entre dos personas sino de un vil experimento genético.
Así, durante más de 30 horas tuvimos en nuestro equipo a un personaje femenino. A mí me encantaba porque en esos tiempos no había muchas niñas o mujeres que salieran en videojuegos y pudieras usar. Salvo quizá Lara Croft, de Tomb Raider.
Nuestra idea era que el personaje principal, Cloud, en algún punto le declarara su amor al personaje femenino. Voy a contarte un spoiler, pero todo gamer lo conoce, así que no creo hacerte daño. Si no has jugado esta obra de arte de 1997 es probable que no lo juegues nunca. Al final del primer disco, porque era tan largo el juego que necesitaba cuatro discos de PlayStation, el villano más villano, Sephiroth, le clava una katana enorme en el esternón a este personaje.
Y ella termina salvando no sólo al equipo, sino al planeta entero. Dicha mujer se llamaba Aerith Gainsborough, o Aeris en su primera versión.
La canción que suena de fondo cuando ella muere me llena los ojos de lágrimas. Siempre.
Por supuesto, porque mis favoritismos tienen un montóoon de lógica, terminé obsesionada con el villano. ¿Recuerdas que en Intensamente 2 la chicuelilla desarrolla un crush secreto por un personaje de videojuego? Bueno, pues yo la entiendo por completo. Qué oso.
Hay discusiones muy serias sobre si Sephiroth es el mejor villano en la historia de los videojuegos. No hay un consenso, pero en donde sí lo hay es que él tiene la mejor canción-tema de la historia, llamada “El ángel de una sola ala”, compuesta por Nobuo Uematsu. Una canción que da hasta un poco de miedo.
Todo esto me lleva a compartirte la siguiente lista de reproducción que toca fibras astro sensibles de varios gamers. Con estas canciones, siempre tengo 7 años y soy una enamorada de los videojuegos. Con ellas, lloro, me emociono y recuerdo historias que traigo marcadas en mi corazoncito. Y que me recuerdan que, a veces, los buenos ganan.
Peregrinación
Este cuento ya lo había compartido pero nunca en audio. Así que vale la pena que le pongas play allá arriba.
Salió de su casa en los suburbios y comenzó a correr: su mano derecha tocó los lentes de sol.
Buen día. Son las 09:00 horas.
La temperatura es de 295 grados.
Permítame reproducir algo acorde al momento: Timeless, de Sergio Mendes e India.Arie
En su agenda hay un evento muy especial: “Volar”. ¡Felicidades! ¿Celebramos?
Camina, trota, corre. Respira rítmicamente, sus piernas se mueven igual de bien que las originales, hasta mejor. Saluda a Óscar, que ha salido a pasear en un carrito de supermercado. Pasa tres calles, da una vuelta completa sobre sí en la esquina y chasquea los dedos.
Enseguida, las noticias de hoy en sus categorías favoritas.
Internacional: legalizan sexo orgiástico público en los Países Altos. De acuerdo con el Presidente de la Cámara Media de ese país, la inclusión social sigue siendo la principal política y los parques tendrán espacios diseñados para concertar citas sexuales grupales. El incesto no forma parte de la nueva ley, pero se prevé discutirlo en la siguiente…
Chasquea los dedos de la mano derecha y mueve el brazo hacia afuera.
Deportes: Prevén mal tiempo para el Super Bowl CC CXLIX. Los Bills de Buffalo se enfrentarán a los Santos del Congo en un encuentro épico en Kazajstán debido a las restricciones de armamento…
Otro chasquido.
Nacional: ciudadanos electos deciden promover la anarquía. Los candidatos independientes que tomaron posesión este año preparan ya un plan a ser presentado en el Poder Legislativo para abolir cualquier programa de Estado. “Ningún sistema. Es consciencia” es el lema de la mayoría anarquista. En entrevista…
Doble chasquido. La voz guarda silencio. Toma la avenida principal y una multitud se le adelanta. Todos visten el mismo color: verde viridiano. Sonríe y corre. El punto bermellón sortea los cuerpos: ancianos, niños, hombres y mujeres. Los huele y se frota contra ellos. Se excita. Va más rápido. Llega al malecón y se detiene en seco. Las vacaciones instan a la gente a disfrutar el mar. Vacaciones eternas: presentó su renuncia la semana pasada, trabajaba como modelo de Coca-Cola. Chasquido con la izquierda y luego con la derecha.
La temperatura del agua es excelente. Le recomiendo que vaya. Competimos una última vez, ¿por favor? Permítame adelantar la playlist: Lamento (No Morro) – Maogani Quartet
Saca la lengua. Los lentes de sol se hacen gogles. Se lanza a la arena ardiente, sus pies apenas tocan el suelo. La gente, con las chamarras puestas, se broncea sobre camastros. Algunas familias traen a sus sirvientes, que les ofrecen bebidas frías, otros recargan la batería con luz solar. Es interminable la fila para conseguir pulpos personalizados con correa. No voltea a ver nada más que el mar que se extiende, azul artificial. Se desnuda y deja que el agua, entre dulce y salada, acaricie su cuerpo. Las olas acompañan sus brazadas. Más rápido. Piernas poderosas. A la distancia, ¡al fin!, un tiburón.
Cronómetro en ceros. Fijando objetivo. Atunes a dos kilómetros.
El pasatiempo de su pareja es pescar avestruces modificadas genéticamente. El suyo es competir contra tiburones, porque los delfines son más veloces. Sus piernas son mejores que las del promedio, pero no mágicas. Va tan rápido que se toma la libertad de rozar, por debajo, el vientre del animal contra el que compite. Tras llegar primero a los atunes, saca la cabeza del agua, se acomoda el cabello detrás de las orejas y ve la quietud del mar colorado. Algunos barcos de vapor pasan cerca, los turistas saludan: lo antiguo es lo de hoy. Flota y ve el cielo: el ayuntamiento hace obras para reparar las fugas de aire limpio.
Está recibiendo una llamada. ¿La tomo?
La punta de su lengua toca su nariz y empieza a hablar: Amor, ¿cómo están los niños? “Se lo están tomando muy bien. Saben que es tu decisión. Aunque eso de no despedirse no los tiene contentos”. Un día comprenderán que esto es algo personal. No deben juzgar lo que no entienden. “No sé muy bien qué voy a hacer”. Ya te lo he dicho: tú eres joven, busca una nueva vida. Si quieres deshacerte de los niños, adelante. Pero que sean felices donde los dejes. Ya no son tan chicos. “¿Me puedes mandar un beso?” Odio esas cosas. Sólo por tratarse de este día. Va. Un beso. Dos, para los ánimos.
Vuelve a tocar la punta de su nariz. Han sido tres largas vidas. En una fue mujer, en otra hombre y ahora no tiene sexo. A partir de eso, excitarse es más complejo, el agua tiene otro significado, es como un gran juguete sexual que pincha el órgano más grande que tiene: la piel. Truena los labios.
Redes sociales disponibles.
Pasa las fotos con su mirada.
Álbum “La primera vez” elegido. Qué lindas las fotos. Era muy guapa. “La segunda vuelta”. No era usted mi tipo, pero tenía unos hijos pre-cio-sos. Y ahora, todos mueren por alguien como usted. ¿Quiere que ponga un último mensaje en Lifewall? Hay muchas felicitaciones por su gran día. Casi tantas como en su cumpleaños. Pongo un mensaje: “Hoy es mi día. Hora de volar. Después de tres periodos de existencia, he decidido descansar.” ¿Le parece que quede así? Más una selfie, su mejor sonrisa. Eso: perfecto.
Truena los labios de nuevo y se cierran las redes. Está a punto de dormir sobre el agua cuando los lentes hablan de nuevo.
Aviso de último momento del Control para la Seguridad Ciudadana: se les solicita a los bañistas abandonar la playa para drenar el mar. En las próximas horas será renovado con agua tratada.
Para salir de aquí: Aguas de marzo.
Vuelve a nadar, prueba el agua, por momentos salada, otros muy dulce. Lo siente en sus labios. Se hunde para ver los peces, que en unos minutos, junto con los corales, serán reemplazados. En unos segundos está sin ropa pisando la arena y luego trotando, sin perder el ritmo. A sus espaldas el mar se cuela, queda un gran agujero seco. En la calle principal ve cómo los que antes se bronceaban lucen su mejor color debajo de las chamarras. Jóvenes andan en viejas patinetas flotantes. Niños compran helado de maíz.
Sigue derecho por la vereda. El pasto fuera de las casas cambia de color. Rojo, morado, azul y verde. Corre. Sus piernas son una bendición. La primera vez que vivió las perdió por diabetes. En la operación de edad y cambio de sexo quedó con la prótesis.
Ha llegado al lugar donde creció, donde fue una niña que aún conoció los columpios; ahora sólo visibles en los museos. Hay gente nueva y familias renovadas. Por un instante, duda. ¿Y si volviera a empezar? Tal vez con cola de sirena para nadar diario. Más vidas, más profesiones, más hijos. Desecha la idea y piensa en sus tres “yo”, en cada día que gastó, en sus diversas identidades. Al final, el tiempo pesa: otros que quiso también volaron. Después de casi tres siglos ninguna respuesta llegó: sólo queda aferrarse a la esperanza en otra cosa fuera de este mundo. Creer en algo ¿sagrado? que vaya más allá de los estándares de calidad de vida. Aunque, de todos modos, si no hay nada queda el consuelo de librarse del hartazgo. Del tedio de existir.
La gente en la banqueta se quita el sombrero para saludar. A veces da un apretón de manos a algún conocido que pregunta por su desnudez. Pero no reclaman, tiene un cuerpo perfecto: 25 años y sin sexo.
¿Quiere pasar por ropa? Sólo tomaría cinco minutos.
A toda costa debe evitar a la familia. Es su única condición. Cada quien tiene este episodio a la edad que quiera y de la manera que le parezca más apropiada. Empieza a oscurecer, las estrellas se encienden. Se acerca al límite de la ciudad, al despeñadero. El sentimiento de lo desconocido se apodera de su cuerpo. Tiembla y el sudor le recorre el cuerpo. Corre, corre, corre.
La gente se prepara para escribir el punto final. Cientos de personas juntas, abrazadas, riendo y llorando; no hay edades o perfiles excluidos, muchas embarazadas y niños. Pero ya: 300 años son suficientes. No hay quien le llore, pero no quiere más entrometidos. Sólo busca la soledad, para eso es su vuelo. Para ser un ave solitaria, sólo por un instante.
Mas que Nada. Llegó la hora.
No titubea, sino que apresura el paso. Desatiende a los niños despidiéndose de sus padres, a los ancianos solitarios que ven hacia abajo y a los empresarios y políticos adinerados que hasta llevan cámaras. Llega a la punta del acantilado y se lanza al barranco. Cierra los ojos e imagina cómo se sintió el primer humano que puso fin a su vida de esa manera en ese lugar. Ahora es sagrado, pero es más que algo espiritual: es la alegría de hacer algo que de verdad duele. Vuelve a abrir los ojos y se siente como un pájaro. Ha decidido palpar el fin.
Respetable decisión.
Rhodes tenía razón: la música nos permite ser completamente honestos. Es el lenguaje más universal porque no importa tu idioma, nos hace sentir cosas. La música nos permite ser nosotros, sin las capas de autoexigencia y miedo al juicio que cargamos como armaduras pesadas cuando hablamos.
Cuando pongo esos soundtracks y las palabras empiezan a fluir por mis ojos o mis manos, no es que la música esté haciendo el trabajo por mí. Es que está creando el espacio emocional donde mi verdadera voz puede emerger.
Tal vez todos necesitamos nuestras propias fugas, nuestras propias bandas sonoras salvavidas. Esas melodías que nos recuerdan quiénes somos cuando no estamos tratando de ser nadie en particular. La música no sólo acompaña momentos: los crea.
Vives en las playlists que creaste.
¿Tienes música de emergencia creativa? Me encantaría conocer esas canciones que te devuelven a ti cuando el mundo se vuelve demasiado ruidoso.
¡Hasta el miércoles (o jueves)!
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
Puedes ponerte en contacto conmigo por Instagram.
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Esta carta va con cariño y gratitud infinita hacia los compositores anónimos que salvan vidas desde las sombras
Lo acepto: traigo un bloqueo creativo. Es uno raro que sí me ha permitido hacer esta newsletter y mi podcast “No recomiendo” pero que está haciendo que me cueste escribir cuentos y… ¡leer!
Sin embargo, estoy desatorándome. Como tal vez sabes, estoy siguiendo en grupo El camino del artista. Algo que Julia Cameron, la autora de este libro-curso, expresa sabiamente es que hay que tener espacio para consumir otros tipos de arte al que produces.
Y para variar, a esta escritora que te manda cartas la esta salvando la música. Por eso, como hace tiempo no lo hago, este texto tiene algunas recomendaciones enmarcadas en listas de reproducción. Algunas pensadas durante horas y otras más hechas al vapor.
No soy de presumir los números de libros que leo al año. Sobre todo porque tengo una fabulosa amiga que siempre anda por los 200 volúmenes anuales y me mantiene humilde. Siiin embargo, este año estoy preocupada por mi hábito lector. Para que te des una idea, en 2023 leí 39 libros, en 2024 leí 38. Este año ya lleva más de la mitad y con trabajos llevo 10.
Todo empezó con la novela Mañana de Olalla Castro, que me tardé semanas en terminar por ahí de mayo. Luego tomé un libro que DEBÍA gustarme. Pero no sé a razón de qué, nomás no pude acabarlo. Trataba de concentrarme y lo dejaba a un lado. Con todo y que el autor es un genio.
Pese a que nunca suelo cambiar el libro, tomé la nueva novela de Andrea Chapela, para ver si la ciencia ficción mexicana me desatoraba, y ahí más o menos iba, pero no del todo.
Hasta que una tarde, de pronto, mirando mis preciosos Blackie Books de reojo, tomos de la editorial que hace libros raros y cómicos que me fascinó desde que leí Lamentaciones de un prepucio de Shalom Auslander, un libro me chifló: Fugas, se llama.
Claro. James Rhodes. El pianista inglés de humor mordaz que tiene historias fuertes y ama la música clásica.
En cuanto clavé mis ojos en el libro, hice una lista de reproducción mental.
Movimiento número dos de la séptima sinfonía de Bruckner.
Orgasmo hecho música.
Todos tenemos esas playlists fantasma en la cabeza, ¿no? Esas que armamos mentalmente mientras caminamos, manejamos o nos quedamos viendo el techo a las 3 de la mañana, pero que por alguna razón nunca terminamos poniendo en Spotify o la plataforma de streaming de tu preferencia. Esas listas de reproducción son como esos libros que siempre decimos que vamos a leer “cuando tenga tiempo”.
En su primer libro, Instrumental, James Rhodes narra cómo la música clásica le salvó la vida después de años de abuso. Empezó su carrera musical ya tarde y hoy le va muy bien haciendo lo que más ama. Fugas es un compendio de sus diarios, donde hay muchas enseñanzas de vida y mucha más música.
Empieza con el “Preludio en Do mayor” de Bach. En alemán, parte del ciclo Das wohltemperierte klavier, el clavecín bien temperado en español.
¿Y sabes qué? Creo que a mí también me está salvando volver a la música clásica. Por eso, te dejo una de mis mejores listas de reproducción. Clásicas para mininos, que hice el día que me di cuenta que a mi primera gatita le encanta Tschaikovsky.
¿Sabías que en encuestas recientes sobre esta newsletter esta es mi sección menos popular? Qué gran ofensa de mis lectores para esta geek. Pero los perdono, no siempre se puede tener buen gusto.
No te preocupes, hoy no quiero recomendarte videojuegos exactamente. Esta vez te quiero contar un secreto.
Hay una escena que invariablemente me hace llorar que proviene de un videojuego. Mi hermano, el que sólo me lleva 16 años, lo jugaba y me lo traducía antes de que tuviera edad para jugar un RPG en inglés. Un Role Playing Game. Juegos donde uno tiene que elegir su propia aventura.
El juego en cuestión es mi favorito por siempre: Final Fantasy VII. En éste, eres parte de un grupo de ecoterroristas que eventualmente tienen que enfrentarse no sólo a una compañía que roba la energía del planeta sino a un tipo que se vuelve loco tras descubrir que es producto no del amor entre dos personas sino de un vil experimento genético.
Así, durante más de 30 horas tuvimos en nuestro equipo a un personaje femenino. A mí me encantaba porque en esos tiempos no había muchas niñas o mujeres que salieran en videojuegos y pudieras usar. Salvo quizá Lara Croft, de Tomb Raider.
Nuestra idea era que el personaje principal, Cloud, en algún punto le declarara su amor al personaje femenino. Voy a contarte un spoiler, pero todo gamer lo conoce, así que no creo hacerte daño. Si no has jugado esta obra de arte de 1997 es probable que no lo juegues nunca. Al final del primer disco, porque era tan largo el juego que necesitaba cuatro discos de PlayStation, el villano más villano, Sephiroth, le clava una katana enorme en el esternón a este personaje.
Y ella termina salvando no sólo al equipo, sino al planeta entero. Dicha mujer se llamaba Aerith Gainsborough, o Aeris en su primera versión.
La canción que suena de fondo cuando ella muere me llena los ojos de lágrimas. Siempre.
Por supuesto, porque mis favoritismos tienen un montóoon de lógica, terminé obsesionada con el villano. ¿Recuerdas que en Intensamente 2 la chicuelilla desarrolla un crush secreto por un personaje de videojuego? Bueno, pues yo la entiendo por completo. Qué oso.
Hay discusiones muy serias sobre si Sephiroth es el mejor villano en la historia de los videojuegos. No hay un consenso, pero en donde sí lo hay es que él tiene la mejor canción-tema de la historia, llamada “El ángel de una sola ala”, compuesta por Nobuo Uematsu. Una canción que da hasta un poco de miedo.
Todo esto me lleva a compartirte la siguiente lista de reproducción que toca fibras astro sensibles de varios gamers. Con estas canciones, siempre tengo 7 años y soy una enamorada de los videojuegos. Con ellas, lloro, me emociono y recuerdo historias que traigo marcadas en mi corazoncito. Y que me recuerdan que, a veces, los buenos ganan.
Peregrinación
Este cuento ya lo había compartido pero nunca en audio. Así que vale la pena que le pongas play allá arriba.
Salió de su casa en los suburbios y comenzó a correr: su mano derecha tocó los lentes de sol.
Buen día. Son las 09:00 horas.
La temperatura es de 295 grados.
Permítame reproducir algo acorde al momento: Timeless, de Sergio Mendes e India.Arie
En su agenda hay un evento muy especial: “Volar”. ¡Felicidades! ¿Celebramos?
Camina, trota, corre. Respira rítmicamente, sus piernas se mueven igual de bien que las originales, hasta mejor. Saluda a Óscar, que ha salido a pasear en un carrito de supermercado. Pasa tres calles, da una vuelta completa sobre sí en la esquina y chasquea los dedos.
Enseguida, las noticias de hoy en sus categorías favoritas.
Internacional: legalizan sexo orgiástico público en los Países Altos. De acuerdo con el Presidente de la Cámara Media de ese país, la inclusión social sigue siendo la principal política y los parques tendrán espacios diseñados para concertar citas sexuales grupales. El incesto no forma parte de la nueva ley, pero se prevé discutirlo en la siguiente…
Chasquea los dedos de la mano derecha y mueve el brazo hacia afuera.
Deportes: Prevén mal tiempo para el Super Bowl CC CXLIX. Los Bills de Buffalo se enfrentarán a los Santos del Congo en un encuentro épico en Kazajstán debido a las restricciones de armamento…
Otro chasquido.
Nacional: ciudadanos electos deciden promover la anarquía. Los candidatos independientes que tomaron posesión este año preparan ya un plan a ser presentado en el Poder Legislativo para abolir cualquier programa de Estado. “Ningún sistema. Es consciencia” es el lema de la mayoría anarquista. En entrevista…
Doble chasquido. La voz guarda silencio. Toma la avenida principal y una multitud se le adelanta. Todos visten el mismo color: verde viridiano. Sonríe y corre. El punto bermellón sortea los cuerpos: ancianos, niños, hombres y mujeres. Los huele y se frota contra ellos. Se excita. Va más rápido. Llega al malecón y se detiene en seco. Las vacaciones instan a la gente a disfrutar el mar. Vacaciones eternas: presentó su renuncia la semana pasada, trabajaba como modelo de Coca-Cola. Chasquido con la izquierda y luego con la derecha.
La temperatura del agua es excelente. Le recomiendo que vaya. Competimos una última vez, ¿por favor? Permítame adelantar la playlist: Lamento (No Morro) – Maogani Quartet
Saca la lengua. Los lentes de sol se hacen gogles. Se lanza a la arena ardiente, sus pies apenas tocan el suelo. La gente, con las chamarras puestas, se broncea sobre camastros. Algunas familias traen a sus sirvientes, que les ofrecen bebidas frías, otros recargan la batería con luz solar. Es interminable la fila para conseguir pulpos personalizados con correa. No voltea a ver nada más que el mar que se extiende, azul artificial. Se desnuda y deja que el agua, entre dulce y salada, acaricie su cuerpo. Las olas acompañan sus brazadas. Más rápido. Piernas poderosas. A la distancia, ¡al fin!, un tiburón.
Cronómetro en ceros. Fijando objetivo. Atunes a dos kilómetros.
El pasatiempo de su pareja es pescar avestruces modificadas genéticamente. El suyo es competir contra tiburones, porque los delfines son más veloces. Sus piernas son mejores que las del promedio, pero no mágicas. Va tan rápido que se toma la libertad de rozar, por debajo, el vientre del animal contra el que compite. Tras llegar primero a los atunes, saca la cabeza del agua, se acomoda el cabello detrás de las orejas y ve la quietud del mar colorado. Algunos barcos de vapor pasan cerca, los turistas saludan: lo antiguo es lo de hoy. Flota y ve el cielo: el ayuntamiento hace obras para reparar las fugas de aire limpio.
Está recibiendo una llamada. ¿La tomo?
La punta de su lengua toca su nariz y empieza a hablar: Amor, ¿cómo están los niños? “Se lo están tomando muy bien. Saben que es tu decisión. Aunque eso de no despedirse no los tiene contentos”. Un día comprenderán que esto es algo personal. No deben juzgar lo que no entienden. “No sé muy bien qué voy a hacer”. Ya te lo he dicho: tú eres joven, busca una nueva vida. Si quieres deshacerte de los niños, adelante. Pero que sean felices donde los dejes. Ya no son tan chicos. “¿Me puedes mandar un beso?” Odio esas cosas. Sólo por tratarse de este día. Va. Un beso. Dos, para los ánimos.
Vuelve a tocar la punta de su nariz. Han sido tres largas vidas. En una fue mujer, en otra hombre y ahora no tiene sexo. A partir de eso, excitarse es más complejo, el agua tiene otro significado, es como un gran juguete sexual que pincha el órgano más grande que tiene: la piel. Truena los labios.
Redes sociales disponibles.
Pasa las fotos con su mirada.
Álbum “La primera vez” elegido. Qué lindas las fotos. Era muy guapa. “La segunda vuelta”. No era usted mi tipo, pero tenía unos hijos pre-cio-sos. Y ahora, todos mueren por alguien como usted. ¿Quiere que ponga un último mensaje en Lifewall? Hay muchas felicitaciones por su gran día. Casi tantas como en su cumpleaños. Pongo un mensaje: “Hoy es mi día. Hora de volar. Después de tres periodos de existencia, he decidido descansar.” ¿Le parece que quede así? Más una selfie, su mejor sonrisa. Eso: perfecto.
Truena los labios de nuevo y se cierran las redes. Está a punto de dormir sobre el agua cuando los lentes hablan de nuevo.
Aviso de último momento del Control para la Seguridad Ciudadana: se les solicita a los bañistas abandonar la playa para drenar el mar. En las próximas horas será renovado con agua tratada.
Para salir de aquí: Aguas de marzo.
Vuelve a nadar, prueba el agua, por momentos salada, otros muy dulce. Lo siente en sus labios. Se hunde para ver los peces, que en unos minutos, junto con los corales, serán reemplazados. En unos segundos está sin ropa pisando la arena y luego trotando, sin perder el ritmo. A sus espaldas el mar se cuela, queda un gran agujero seco. En la calle principal ve cómo los que antes se bronceaban lucen su mejor color debajo de las chamarras. Jóvenes andan en viejas patinetas flotantes. Niños compran helado de maíz.
Sigue derecho por la vereda. El pasto fuera de las casas cambia de color. Rojo, morado, azul y verde. Corre. Sus piernas son una bendición. La primera vez que vivió las perdió por diabetes. En la operación de edad y cambio de sexo quedó con la prótesis.
Ha llegado al lugar donde creció, donde fue una niña que aún conoció los columpios; ahora sólo visibles en los museos. Hay gente nueva y familias renovadas. Por un instante, duda. ¿Y si volviera a empezar? Tal vez con cola de sirena para nadar diario. Más vidas, más profesiones, más hijos. Desecha la idea y piensa en sus tres “yo”, en cada día que gastó, en sus diversas identidades. Al final, el tiempo pesa: otros que quiso también volaron. Después de casi tres siglos ninguna respuesta llegó: sólo queda aferrarse a la esperanza en otra cosa fuera de este mundo. Creer en algo ¿sagrado? que vaya más allá de los estándares de calidad de vida. Aunque, de todos modos, si no hay nada queda el consuelo de librarse del hartazgo. Del tedio de existir.
La gente en la banqueta se quita el sombrero para saludar. A veces da un apretón de manos a algún conocido que pregunta por su desnudez. Pero no reclaman, tiene un cuerpo perfecto: 25 años y sin sexo.
¿Quiere pasar por ropa? Sólo tomaría cinco minutos.
A toda costa debe evitar a la familia. Es su única condición. Cada quien tiene este episodio a la edad que quiera y de la manera que le parezca más apropiada. Empieza a oscurecer, las estrellas se encienden. Se acerca al límite de la ciudad, al despeñadero. El sentimiento de lo desconocido se apodera de su cuerpo. Tiembla y el sudor le recorre el cuerpo. Corre, corre, corre.
La gente se prepara para escribir el punto final. Cientos de personas juntas, abrazadas, riendo y llorando; no hay edades o perfiles excluidos, muchas embarazadas y niños. Pero ya: 300 años son suficientes. No hay quien le llore, pero no quiere más entrometidos. Sólo busca la soledad, para eso es su vuelo. Para ser un ave solitaria, sólo por un instante.
Mas que Nada. Llegó la hora.
No titubea, sino que apresura el paso. Desatiende a los niños despidiéndose de sus padres, a los ancianos solitarios que ven hacia abajo y a los empresarios y políticos adinerados que hasta llevan cámaras. Llega a la punta del acantilado y se lanza al barranco. Cierra los ojos e imagina cómo se sintió el primer humano que puso fin a su vida de esa manera en ese lugar. Ahora es sagrado, pero es más que algo espiritual: es la alegría de hacer algo que de verdad duele. Vuelve a abrir los ojos y se siente como un pájaro. Ha decidido palpar el fin.
Respetable decisión.
Rhodes tenía razón: la música nos permite ser completamente honestos. Es el lenguaje más universal porque no importa tu idioma, nos hace sentir cosas. La música nos permite ser nosotros, sin las capas de autoexigencia y miedo al juicio que cargamos como armaduras pesadas cuando hablamos.
Cuando pongo esos soundtracks y las palabras empiezan a fluir por mis ojos o mis manos, no es que la música esté haciendo el trabajo por mí. Es que está creando el espacio emocional donde mi verdadera voz puede emerger.
Tal vez todos necesitamos nuestras propias fugas, nuestras propias bandas sonoras salvavidas. Esas melodías que nos recuerdan quiénes somos cuando no estamos tratando de ser nadie en particular. La música no sólo acompaña momentos: los crea.
Vives en las playlists que creaste.
¿Tienes música de emergencia creativa? Me encantaría conocer esas canciones que te devuelven a ti cuando el mundo se vuelve demasiado ruidoso.
¡Hasta el miércoles (o jueves)!
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
Puedes ponerte en contacto conmigo por Instagram.
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