A veces pensamos que al cometer un error Dios no nos va a recibir, y que si lo hace, lo hará con los brazos cruzados; sin embargo, Él solo sabe recibirnos con los brazos abiertos y con amor. No importa qué haya pasado en el camino, siempre tendremos un lugar seguro al cual podemos volver: los brazos de nuestro Padre celestial.