Los conflictos en la iglesia no son algo nuevo; incluso en las primeras congregaciones mencionadas en la Biblia, surgieron diferencias y tensiones. Sin embargo, lo que realmente importa no es la ausencia de conflictos, sino cómo los enfrentamos. Como comunidad de fe, estamos llamados a seguir el ejemplo de nuetro Santo y justo Mesias , quien siempre promovió la reconciliación, el amor y la verdad. Enfrentar los conflictos con humildad, oración y un corazón dispuesto a escuchar puede transformar un momento difícil en una oportunidad para el crecimiento espiritual, tanto individual como colectivo. Recordemos que la unidad no significa uniformidad, sino aprender a convivir con nuestras diferencias bajo la guía del Espíritu Santo.