Pedirle a un freestyler que escriba unos versos que van a
durar para siempre, que no serán ni líquidos ni mutantes; es como pedirle a tu
tabernero de toda la vida que te dibuje un corazón sobre la espuma del café soluble
que te acaba de servir. WOS, fue el pasado año campeón argentino y, luego,
campeón mundial de freestyle. En tan solo unos meses, Valentín Oliva ha
conseguido amansar su verborrea libre, y atarse a sí mismo en corto; pero
también ha pillado la delantera en el circuito urbano argentino: sus cifras han
hecho sorpasso al grueso de traperos, y su estilo bebe tanto de la herencia del
rap callejero old school como de la cultura del rock argentino. De ahí que se anime
tanto con un manifiesto político anti-macrista (“Canguro”) como acercarse a
ritmos más cerca del r&b o el 808 (“Melón vino”) o del reggaetón (“Okupa”),
al rap 90s de zona bruta (“Pantano”) como también hace guiños a la herencia
ricotera de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (el sampleo en “Luz Delito”
a “Luzbelito y las sirenas” en ese rap-rock) o al disco-funk de Illya Kuryaki
& the Valderramas (en la ligerísima e inmediata “Fresco”).