La creencia popular expresa que Dios creó a la humanidad, que nos hizo a todos por igual y que, a causa de esto el creador es Padre de todos, convirtiéndonos a todos en hijos de Dios. Como todo dicho, esconde algo de verdad entre sus líneas, pero también induce a cierta confusión.
Que existe un Dios y Padre, no hay duda alguna, que todo lo creado proviene de su voluntad, no hay duda, ahora que todos somos sus hijos naturales, ciertamente no lo es.
Lo que le falta a esas líneas es aclarar que el hombre creado y el hombre adoptado no son la misma cosa, es decir, todos somos creaciones de Dios pero no todos hemos pasado por el proceso al que nos invita Cristo para ser llamados Hijos de Dios.
Se dice por ahi que uno adopta una fe y es en parte cierto porque debemos creer y aceptar eso que incorporamos pero, lo que no dimensionamos, es la profunda transformación por la que nuestro ser pasa para que podamos entrar en comunión con la vida de Dios. Somos nosotros los que literalmente el Padre adopta y a quienes Cristo llama hermanos luego de resucitar. Como todo acontecimiento legal, conlleva una serie de elementos que debemos conocer para entender qué significa y qué podemos hacer con esto, cuales son nuestros derechos y cuales son nuestras obligaciones.
No hay duda que las preguntas mas universales son: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy?. Es entonces muy llamativo que los Cristianos, los que decimos haber encontrado la respuesta, no conozcamos en profundidad los detalles de nuestra nueva identidad.
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