Hay un halo de misterio en
torno a la figura de Zairah. Para empezar, es difícil ubicar su estilo, un
despiporre de flow que bebe del gangsta rap, el reggaetón duro, el trap más
oscuro y los ritmos afro latinos. Ubicada en algún lugar de Estados Unidos y de
ascendencia latina, es una de las artistas que se han sumado estos últimos días
con más fuerza a las protestas contra el racismo que todavía impera en
Norteamérica.
“Estados Unidos vive una
revolución y yo estoy del lado de mis hermanos y hermanas negros y su lucha.
Sería muy desconsiderado con la gente que quiero si continuara con la promo del
disco y no peleara por un mundo más justo. Espero que todos mis amigxs latinxs hagan
lo mismo. Esto no es un movimiento de la población negra, debe ser de todos.
Tenemos que estar unidos”, dice la artista.
Pese a la ausencia de promoción, este debut
aspira a llegar alto en la nueva escena de la música urbana con sabor latino.
Tiene hits incontestables, como ‘Tiraera’ o ‘Ratchetón’, donde reflexiona sobre
la estética ‘ratchet’, esa moda que surgió hace unos años en el contexto de la
explosión del nuevo trap y que reivindica la estética choni de barrio a base de
silicona en las uñas, chándal y deportivas gigantescas (Bad Gyal o La Zowi
fueron dos de sus emblemas en España).
Sus letras son poderosas, mezclan la chulería y
la guasa, suenan agresivas pero llevan incorporadas una desprejuiciada
invitación al baile. A su favor juega, además, el acierto al rodearse de
colaboradores con proyección como el combo madrileño de afro trap Afrojuice
195, el productor argentino Dabow, el DJ mexicano Nurrydog especializado en neo
perreo y global bass y otros adelantados que ya hacen música del futuro como
Wildkatz.
José Fajardo