El uno de marzo de 1997, la pareja de amigos formada por Antonio Navarro y Fernando Domínguez salieron de Zaragoza en coche para llegar a Soria donde pretendían atracar un centro comercial. Ambos iban armados, uno con un revólver y el otro con una pistola. Una vez en la capital soriana secuestraron a un taxista.
Querían llegar al supermercado en un coche que no fuera el suyo. Ese fue el primero error, la primera torpeza que conduciría a una cadena de desgracias. Los atracadores aficionados le dijeron al chófer que eran terroristas de ETA. Cuando el conductor fue liberado y pudo contactar con la Guardia Civil, se desplegó un gigantesco operativo.
Sin cumplir el objetivo de atracar el centro comercial y habiendo dejado abandonado en un paraje solitario al taxista secuestrado, iniciaron una huida a pie. Se toparon entonces con una pareja de guardias civiles. Domínguez, que acabaría siendo bautizado por los medios de comunicación como el Rambo de Soria, tiroteó a los agentes dando muerte a uno e hiriendo al segundo. En la refriega, su compinche, Navarro, también resultó herido, solo que poco después acabó también muerto. Entonces, Domínguez huyó al monte dejando tras de sí un rastro de muerte. Se inició la caza del hombre.