No vamos a entrar mucho en la historia de Albert Collins pero si vamos a decir que Dick Shurman, el cazatalentos blusero y coproductor de la discográfica Alligator, presencia en Seattle un show del renacido Albert Collins. Cuando menos, no puede sino acudir a su amigo Bruce Iglauger, el jefazo del sello de Chicago e insistir en el gran error que sería dejar pasar la oportunidad del siglo, es decir, incorporar al Maestro de la Telecaster a su nómina. En las palabras de Iglauger: En mi agenda, Albert era una estrella, un artista de renombre, de los que nunca me imaginaría aspirar a grabar. Paradójicamente, tras el blues revival, Albert no había grabado en casi ocho años.