Este episodio habla de cómo reconciliarnos con los cambios naturales del cuerpo —estrías, arrugas, cicatrices, canas, peso, hormonas— sin caer en el típico “ámate siempre” superficial.
La idea central es que amar tu cuerpo no significa verlo perfecto, sino aprender a respetarlo y agradecerle por la historia que cuenta: las marcas son huellas de vida, no fallas.
El amor propio no siempre se ve como pasión o entusiasmo, a veces es aceptación tranquila, paciencia y compasión. Y cuando dejamos de exigirnos perfección, el amor se expande: hacia nosotras mismas y hacia las demás, porque dejamos de compararnos y juzgar.