¿De dónde partir? Del corazón, siempre del corazón. ¿Adónde llegar? Quién sabe. Quizás no llegue nunca a ningún lado. Quizás la vida sólo sea un camino interminable, a veces rodeado de paisajes tan hermosos que te dejan sin aire, que parece que el corazón se detiene y se hace uno con ese instante de gloria, donde te transformás como una mariposa, en tu mejor versión. Otras, un infierno que te quema los pies y te duele tanto que rogás que se acabe de una vez por todas. Y terminás tirada como un trapo de piso viejo, pero te reinventás y por pura terquedad volvés a ponerte de pie, una y otra y otra vez.
No sé si hay meta. Si allá, en esa última hora me ganaré algún premio que merezco por buena o por buenuda. Ni siquiera sé si me esperarán en algún paraíso inventado o nos veremos en la próxima vida. Pero si después de tanta piedra en el camino no me doy cuenta que en los únicos momentos en los que me sentí volando en el cielo fueron aquellos en los que me jugué el corazón entero, creo que no aprendí nada.