Corazón, ¡oh corazón!, turbado por pesares invencibles, ¡levántate! Defiéndete del contrario ofreciendo tu pecho de frente, detente con firmeza ante las emboscadas de tus enemigos; mas si vences, no te jactes ante todos ni, si eres vencido, llores encerrándote en tu casa. Disfruta de los momentos felices y de los malos tiempos no te duelas demasiado. Comprende que a los hombres los domina la alternancia.
Lectura de Bernardo Souvirón, Profesor de Lenguas y Cultura Clásica.
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