Muchas personas sienten la necesidad constante de agradar a los demás, incluso a costa de sí mismas. Este hábito, conocido como people pleasing nace de la búsqueda de aprobación, del miedo al rechazo o de la idea de que el valor propio depende de lo que otros piensen.
Complacer sin parar tiene consecuencias: genera agotamiento emocional, baja autoestima, sensación de vacío y relaciones poco equilibradas. La raíz está en olvidar que los límites no son un acto de egoísmo, sino una forma de autocuidado.
Aprender a decir que no, identificar lo que realmente queremos y priorizar nuestro bienestar son pasos esenciales para dejar atrás esta dinámica. Al poner límites, se construyen relaciones más auténticas, se gana libertad emocional y se empieza a vivir con mayor coherencia con lo que somos.
Decir que no es también una forma de decirse sí a uno mismo.