Nuestra Comisión Diocesana por la Comunión Eclesial ora y trabaja para que todos –pastores, vida consagrada y laicos– descubramos que la comunión es necesaria para ser creíbles. Sabe que, en la situación que atravesamos, la Iglesia ha de hacer partícipe a la sociedad de la belleza con la que Jesucristo la impregnó. Y ahí emerge con fuerza la figura del testigo, que muestra que la educación es una obra de amor. Su tarea no es solamente técnica o profesional, sino que toca todos los aspectos de la persona: la dimensión social, la dimensión trascendente que se manifiesta muy particularmente en el amor… Cuando se promueve una cultura marcada por un relativismo a veces agresivo, con falta de certezas, de valores, de esperanzas y de sentido de la vida, el Señor nos está urgiendo a entrar por los caminos de este mundo y regalar lo que hemos recibido.