Hace 25 años, en 1997, el Papa san Juan Pablo II me nombró obispo de Orense. En 2002, él mismo me nombró arzobispo de Oviedo; en 2009, Benedicto XVI me llevó a Valencia y, en 2014, Francisco, a Madrid. Con todos los límites que tengo, los que veo yo y todos los que veréis vosotros, he intentado confesar con todas mis fuerzas que «Cristo ha resucitado verdaderamente y que en su humanidad glorificada ha abierto el horizonte de la Vida eterna para todos los hombres».