El nombre Zoe, de solo tres letras, coincide con la inicial de una generación: Z. Tal vez la última, por eso la Z, pero también una generación que ha aprendido a ser resiliente, a buscar sus propias fuentes en internet, a generar creaciones eclécticas, a apartarse de los cánones estéticos y conceptuales tradicionales y del pop destructor de personalidades a temprana edad. Zoe transita por todos estos temas en una conversación con su padre, generación X, tal vez en parte responsable o también víctima de un mundo en descomposición, arrasado por la crisis económica y climática. Padre e hija dialogan en torno a esta generación que despierta en un cambio profundo de la concepción de género, en íconos con Greta Turnberg, en la creación de un código y un lenguaje universal propio. Nada más enriquecedor que el cambio, y si es generacional, está atravesado de conflicto y naturalidad.