¿Conoces a alguien que se la pasa quejándose todo el tiempo? Pero no quejándose de todo, sino de algo en específico. Que puede ser de su trabajo, de su pareja, de su economía, de su país, o hasta de un rasgo de su personalidad. Estás tan acostumbrado a escuchar sus lamentos que te llegas a preguntar ¿Qué es lo que gana con quejarse tanto? ¿Si es tan malo, por qué no hace nada al respecto? La respuesta es sencilla, y a la vez inquietante: porque está acostumbrado a sufrir por eso. Y esta razón parece absurda, pero la dependencia emocional genera uno de los lazos más profundos y difíciles de romper. La gente, en su estado mental más básico, siempre va a preferir lo malo conocido que lo bueno por conocer. Si reconoces que tienes dependencia emocional hacia algo negativo, determínate a romperla, porque mientras más tiempo pase, más difícil será.