Las recetas de pescado para las fiestas navideñas suelen ser típicas en muchas reuniones familiares, especialmente como una forma de bajar, durante la cena, la enorme ingesta de calorías de una comida copiosa en la que los comensales han ingerido mucho más de lo que sería calificado de saludable. Una merluza al horno alimenta bien y es digestiva. Aunque, normalmente, a la hora de degustarla, pocos o nadie se hace preguntas sobre su vida de ese desdichado pez antes de llegar al plato. Cuándo y dónde nació, los distintos lugares por los que transcurrió su vida, las vicisitudes y estrecheces que ha padecido, etc. En contra de lo que cabría pensar, ese pez anónimo, protagonista en nuestra mesa, contiene en el interior de su cabeza unas pequeñas piedrecitas calcáreas, llamadas otolitos, que conservan toda esa información. Estas piedrecillas vienen a ser “la caja negra del pez”. Hace un tiempo, una conversación con Javier de Tomás, un investigador que en aquellos momentos se encontraba en el laboratorio de Biología Marina de la Universidad de Liverpool en el Reino Unido, me ayudó a comprender cómo los científicos extraen de los otolitos una información valiosa sobre la vida de los peces como la merluza, el bacalao, el mero o la caballa, por poner unos ejemplos que suelen acabar en nuestra mesa. Más información en https://cienciaes.com