La vida según el mundo, afirmó el Pontífice, con sus ídolos, sus compromisos y sus prioridades, no puede aprobar este tipo de existencia. Las "estructuras de pecado", precisó el Papa, a menudo producidas por la mentalidad humana, tan ajenas al Espíritu de verdad que el mundo no puede recibir (cf. Jn 14,17), sólo pueden rechazar la pobreza o la mansedumbre o la pureza y declarar la vida según el Evangelio como un error y un problema, por lo tanto como algo que hay que marginar. Así piensa el mundo: estos son idealistas o fanáticos. Así piensan ellos.