La Tetrarquía ya estaba rota. De hecho, había estado rota desde el momento en que Diocleciano había dejado el gobierno de Roma. Los tetrarcas no tenían nada en común, y no sentían ninguna necesidad de mantenerse unidos. El resultado era el esperado: una nueva guerra civil. Se forman dos facciones y una, la de Constantino y Licinio, obtiene la victoria total. Roma parecía estar en paz. El tema es que Constantino y Licinio, que habían formado rápidamente una alianza, tenían pocos motivos para permanecer unidos. El resultado fue el esperado: otra guerra civil; una que iba a determinar el futuro de Roma y de todo Occidente.

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