Después de su victoria contra Licinio, Constantino queda como único gobernante del Imperio Romano. Antes que él, otros emperadores ya se habían dado cuenta de que Roma necesitaba más de un emperador, sin embargo Constantino estaba dispuesto a hacer las reformas que fuesen necesarias (o al menos las que él considerara necesarias) para poder gobernar el Imperio sin ayuda. Se inauguraba en Roma una nueva etapa, un Nuevo Imperio. Y como todo imperio nuevo, Roma en su nueva etapa necesitaba una nueva capital.