El Juicio del Siglo. El caso de todos los tiempos. Esta es, también, una historia diferente. Donde el deportista no es la víctima, sino el verdugo. El 12 de junio de 1994, la vida cambió para la persona más popular en los Estados Unidos. Su mujer y su amante habían sido asesinados a sangre fría en su propia casa. Y la primera investigación arrojaba algo evidente: O.J Simpson tenía algo que ver en aquel crimen.

Esta es la historia de un deportista modélico, no solo por su rendimiento en el campo, sino por sus acciones fuera del verde. O eso creíamos. Fue su otro yo, su otra cara, su otra vida, aquella que había sabido esconder tan bien, la que se le giró en contra. Fue una noche del 4 de julio. En total, cuatro disparos. Dos en la cabeza, y otro par en el pecho. 

Quienes le conocían coincidían al subrayar que nadie ha tenido tanta pasión por el golf como él. Gene Siller era un tipo con talento. Nunca sería Tiger Woods, pero tampoco lo pretendió. Jugó desde joven y llegó a labrarse una carrera en Estados Unidos, el gran escaparate del golf mundial. La gente le reconocía allí por donde iba por su carisma y por el juego elegante que practicaba. Pero la muerte lo encontró en el hoyo incorrecto. 

Banfield, Rosario Central, Racing... A sus 33 años, había conseguido jugar en algunos de los clubes más importantes de Argentina. Había sido feliz haciendo lo que más le gustaba. Pero ya encaraba sus últimos regates. Marcaba sus últimos goles. Estaba en el ocaso de su carrera, preparado para algo nuevo. Y de repente, todo cambió.

Antes de ser Dino Bravo, nuestro protagonista fue otra persona: Adolfo Bresciano. Tenía 22 años cuando decidió cambiarse el nombre. Fue un hombre de éxito en la lucha libre, aunque tristemente estuvo muy relacionado con la mafia. Ese fue su error...

Antes de ser Dino Bravo, nuestro protagonista fue otra persona: Adolfo Bresciano. Tenía 22 años cuando decidió cambiarse el nombre. Fue un hombre de éxito en la lucha libre, aunque tristemente estuvo muy relacionado con la mafia. Ese fue su error...

En Cartagena todavía recuerdan su nombre. Uno de los héroes de la selección de Colombia que salió campeona de América en 2001. Un delantero habilidoso. Ídolo en Tolima y Junior. Un compañero ejemplar y un futbolista superlativo. Pero todo acabó demasiado pronto para él. Fue una tarde de enero en su propia Cartagena. Cosido a balas por unos sicarios.

En Cartagena todavía recuerdan su nombre. Uno de los héroes de la selección de Colombia que salió campeona de América en 2001. Un delantero habilidoso. Ídolo en Tolima y Junior. Un compañero ejemplar y un futbolista superlativo. Pero todo acabó demasiado pronto para él. Fue una tarde de enero en su propia Cartagena. Cosido a balas por unos sicarios.

El joven Jack Molinas fue un prometedor jugador de la NBA, a mediados del siglo pasado, que prefirió el dinero fácil de la mafia que ganarlo en la pista de baloncesto: apartado de la élite, siguió jugando y delinquiendo hasta su trágico final.

El joven Jack Molinas fue un prometedor jugador de la NBA, a mediados del siglo pasado, que prefirió el dinero fácil de la mafia que ganarlo en la pista de baloncesto: apartado de la élite, siguió jugando y delinquiendo hasta su trágico final.