Todos avanzamos a ritmos diferentes en nuestra carrera por la eternidad y en el afán por llegar, tristemente dejamos atrás a los que no pueden seguirnos. Este es un recordatorio de que a Dios le importan los marginados, los débiles, los rechazados. Aquellos que se quedaron rezagados, pero que finalmente pueden encontrar la misma recompensa que los que van al frente, porque la Justicia de Dios, es diferente a la nuestra.